Antropología de la religión
A partir de la definición de un concepto ha de tenerse en cuenta que se ha llegado a dicha definición partiendo de innumerables datos y casos particulares. Aun teniendo el defecto de incluir en la misma la visión o interpretación de quien estudia los datos, la definición como punto de partida para una explicación constituye la segunda parte de un proceso inductivo-deductivo.
La religión, por su universalidad y evolución a través de los tiempos y culturas, es un concepto de muy difícil definición. Se puede decir que hay tantas definiciones como estudiosos del fenómeno religioso. Pero podemos agruparlas en tres categorías: históricas, teológico-filosóficas y antropológicas.
En el primer grupo tenemos interpretaciones de la religión como explicación racional de los misterios de la naturaleza, es la religión animista,[1] también se ha visto en lo religioso una forma de controlar los fenómenos a través de la magia,[2] o como respuesta a los sentimientos de soledad ante los fenómenos de la naturaleza o el misterio de la muerte.[3] Durkheim concibe la religión como inseparable de la organización social –totemismo-. Cada época o entorno sociocultural hace un enfoque conceptual diferente del término religión. Para la cultura occidental hay religiones primitivas o politeístas y religiones monoteístas o “de libro”, por alusión a que se ha recogido en escrituras los dogmas de fe y de la moral.
Entre las definiciones teológico-filosóficas tenemos a una larga lista de filósofos, teólogos y estudiosos que enfocan la religión de forma esencialista. Tratan de definir lo religioso por su contenido, sus dogmas. La religión como sistema de creencias. Pero este tipo de definición al no llegar a explicar conceptos como lo sagrado, el misterio o lo absoluto dejan la puerta abierta a otro tipo de explicaciones.
Las definiciones antropológicas son funcionalistas, se fijan en la acción, la estructura social y los aspectos pragmáticos. Frente al esencialismo de lo sagrado y lo profano como explicación del mundo, se oponen la interpretación de las creencias y ritos como elementos activos de control, o la religión como una estructura social.[4]
En los pueblos primitivos, la religión constituye el principal entramado social que brinda estabilidad y afán de supervivencia al grupo a través del mito. Estos grupos se sienten descendientes de un dios, semidiós o héroe y con un cometido místico (ritos). En las sociedades modernas, la religión ha perdido importancia en estas funciones. Ya no representa la única forma de moral, al desarrollarse el Derecho; y las instituciones del Estado desempeñan gran parte de las funciones que tradicionalmente venía realizando la religión.
Las funciones más elementales de la vida religiosa se pueden resumir en estas:
Cosmovisión o interpretación del mundo: origen, sentido, destino, salvación…
Estabilidad social, dirigida al grupo como tal, a través de la sacralización de la familia y el trabajo, de la moral y la autoridad, instituciones, ritos de paso y de sacrificio, etc.
Función económica y de control. Aparición del capitalismo.[5]
Función psicológica, de estabilidad emocional, dirigida al individuo: sentido a la vida, salvación individual mediante la gracia, integración en la comunidad celeste mediante la salvación.
En la definición nominal tampoco hay acuerdo entre los estudiosos de este campo. Unos la hacen derivar de la palabra latina religere en el sentido de preocupación, de prestar atención, de práctica intimista;[6] del término relegere como actividad social y legal perteneciente a lo público y a la esfera del Estado;[7] y de religere como atadura y unión con lo divino a través de la moral (S. Agustín).
Breves notas sobre la evolución del concepto de religión [editar]
El mundo romano concibe la devoción a los dioses como un sistema de prestación-contraprestación, como un culto público y privado. Por eso, la relación legal con los dioses dará una gran relevancia al derecho en la teología escolática medieval. En la evolución de la religión romana se observan tres etapas claras:
Periódico itálico, en el que predominan las divinidades indígenas.
Periodo helénico. Tras el contacto con el mundo helenístico, el espíritu de piedad ingenua da paso a una religiosidad filosófica y formal.
Periodo oriental en el que se busca la felicidad y una vida eterna segura a través de ritos mistéricos: Dioniso, Démeter, Cibeles, Isis, Osiris y Mitra, entre otros.[8]
En el mundo medieval conviven los restos de la religiosidad romana bajo la forma de elementos mágicos: pócimas, conjuros, encantamientos, etc., con la religiosidad cristiana que va haciendo calar su pensamiento religiosos en las nuevas sociedades recién cristianizadas. De aquí surge el fenómeno de la religiosidad popular en contraposición al de religiosidad oficial.
Durante el Renacimiento se inicia la separación entre teología y religión. Al ponerse de moda la mitología clásica aparece un elemento de referencia frente al absolutismo teológico medieval. G. Boccaccio escribe una Genealogía de los dioses (1360).
La ilustración someterá a la religión a los “límites de la razón” (Kant). Se traducen textos religiosos de otras culturas, aparece el deísmo, los diccionarios enciclopédicos, la crítica a los textos bíblicos, se combate la superstición y se ataca el poder de la Iglesia. La filosofía empirista (Hume) pondrá en duda los principios de la filosofía tradicional como el de la causalidad.
La interpretación de la religión toma un rumbo inesperado en el s. XIX con los trabajos de Comte, Darwin y Freud. Éste último considera el concepto de Dios como la máxima creación cultural por dotar a la Humanidad de un padre que ha de emparejarse de forma natural con la madre-tierra;[9]
Division de la Antrpologia
Hace 14 años
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